martes, 20 de julio de 2010

Viaje Tai, Cap 1º: Introducción



Durante el invierno del 2008 y tras llevar bastante tiempo sin haber hecho otro viaje largo (de esos que al volver te dejan tocado) mi cabeza ya empezó a planear y visualizar sitios. El mas presente era Tailandia, país del que se oye mucho hablar pero del que nunca me había informado. Hablando con mi amiga Janire casualmente me comentó que ella también tenía intenciones de ir por esa zona. Así que rápidamente pusimos fecha para zarpar.

El 5 de Octubre aterrizamos en Bangkok con un calor húmedo sofocante que nos sacudió como un mazazo en la cabeza. A pesar de que mis intenciones eran hacer un viaje en solitario en el que quería descubrirme un poco más a mi mismo y disfrutar conmigo de mi soledad, la verdad es que el tiempo que estuve con ella fue divertidísimo. Nos sucedieron infinidad de cosas graciosísimas,...

... y algunas no tanto que mencionaré mas adelante, y visitamos gran parte de los increíbles sitios que tiene este país: frondosas selvas, espectaculares cascadas, etnias y gentes increíbles, ruinas de antiguos templos, islas, acantilados y fondos marinos impactantes y todo esto acompañado de unas comidas excelentes…

Viaje Tai, Cap 2º: Anécdota Quad


La historia es que al llegar a la isla de Koh Tao, después de casi 13 horas de viaje en un tren sin aire acondicionado, con unos asientos mas verticales que el Everest, un overbooking que te cagas, un olor a humanidad, una pegajosidad sudorística, un chapas con el que Jani tuvo movida y mi estado lamentable tras haber potado la noche anterior 5 veces y no haber comido nada, POR FIN LLEGAMOS A KOH TAO!!!

El caso es que el sitio donde nos alojábamos estaba bastante lejos. Lo mejor, ir en “taxi-boat” pero fuimos en taxi 4x4 de 300Bat. Con lo que si cada vez que queríamos salir de nuestro alojamiento “New Heaven Hut” teníamos que pagar 6 euros, nos iba a salir un poco cara la estancia. Así que a las 6 de la tarde, después de haber piragüeado, buceado, comido de goce,… decidimos pillar un quad por el mismo precio al día, así que yo estaba encantado.
En fin que aquí a las 6 de la tarde es de noche con lo que no anduvimos mucho con el cacharro. Pero a la mañana siguiente nos despertamos pronto para recorrernos toda la isla con el trasto para dejarlo de nuevo, pagar 24 horas y marchar para Krabi a las 9 de la noche en barco.
El caso es que con el quad me lo pasé como un enano. Lo primero que hicimos fue ir a Mango Bay que es el punto mas alejado y al que no parecía que se pudiera llegar nada mas que con un taxi boat o 4x4, pero cómo no, nosotros en QUAD! Bueno pues la “carretera”, por así llamarla estaba fatal, pero la verdad es que yo me manejaba genial incluso con Jani de paquete (con alguna parada por algún rocón, pero todo bajo control). Llegamos a Mango Bay con una sudada de escándalo, con el brazo petao de tanto frenar y aguantar el peso de los 2 por unas cuestas exageradas, pero mereció la pena: unos fondos increíbles, peces de colorines, corales,…
Al regreso después de subir tropecientos escalones hasta donde dejamos el quad, darme cuenta que había dejado las aletas y las gafas abajo, bajar y subir otra vez las infinitas escalinatas bajo un sol de justicia, por fin nos montamos en el quad! Ya en las primeras subidas y después de algún susto de casi volquete, Jani se tubo que bajar un par de veces y tener que subir yo sólo con el trasto (que por cierto qué guapo!!)
En una de las subidas Jani me dijo que por ahí no creía que pudiéramos subir y yo le dije, “tranquila pequeña”,jeje. Bueno total que en un piedrón el quad se levantó de morros y nos empezamos a dar volquete!! Claro yo pensé que ella haría lo que yo haría (soltarse para no ir venciéndonos más y salir del quad), pero al contrario, se agarró más a mi y claro con un quad ya en la vertical y con una mochila de unos 60Kg agarrándome del cuello (la Jani), pues me dije ESPERATE!!! (en honor a Berangu) y nada, apretar el culo, cerrar los ojos, agarrar fuerte el manillar y esperar a que volcáramos el quad y yo sobre la Jani!!
El quad terminó de dar su mortal y se quedó como si nada sobre las 4 ruedas yéndose para atrás cuesta abajo y hacia donde había caída libre (de donde no podría sacar el quad ni pa judas). Con lo que isofacto salté a pararlo. Vamos, todo esto en décimas de segundo.
La Jani gritaba buah! mi espalda y mi cuello! Me asusté un pelin al verla tan asustada, pero pronto vimos que no era nada, que había sido mas susto que otra cosa, pero vaya ostión! De mofa, al final yo fui el que se llevó la peor parte, la mano derecha que me dolía un montón sangraba demasiado y la rodilla y el codo sangraban de un modo que parecía grave (pero nada mas lejos de la realidad).
El quad la verdad es que no tenía nada, unos rayoncitos de nada en las tapas de la derecha, así que de LUJO!! (o eso pensaba yo). Ah bueno y a todo esto con txanclas, en tirantes y sin casco!
Bueno de allí nos fuimos a “Hin Wong Bay”, donde comimos genial y tuvimos el mejor buceo de todo Koh Tao
Ya serían las 5:30 cuando decidimos ir a devolver el quad, pillar las maletas y marchar. Ja! Marchar, que iluso! Al del alquiler le dije le raspé el quad con un árbol. El tipo a punto de descojonarse en mi cara, se puso a revisar de arriba a bajo todo el quad una y otra vez. Me dijo, mira, la aleta delantera , la trasera y el protector del faro rallados. Le comente que me dijera cuanto le tenía que dar, porque eso se lo había hecho yo y antes no estaba. Pues bien el tipo tenía un papelito bien detallado de lo que costaba cada cosa. Empezó a sumar con la calculadora y me dijo que 17.000Bat, unos 400 euros, 60.000pts de las de antes!! Me reí y le dije a ver si estaba loco, que no le iba a pagar todo eso. Cuanto me das me dijo. 1.000Bat pero como mucho 3.000, el tipo se mofó más que yo!
Claro el tío me tenía agarrado por los huevos, para alquilarlo le dejé el pasaporte! Después de mucho dialogar, yo le decía que no estaban rotas las tapas, que el no iba a comprar unas nuevas y que el quad funcionaba perfectamente. El se quedó en los 10.000Bat, unos 200 euros, que me parecía una salvajada!
Nos fuimos de la tienda para llamar al seguro, la embajada o lo que fuera, así que se acabó lo de salir de la isla ese día.
La embajada de Tailandia en España me dijo que hablara con la de España. Eran ya casi las 6:30 de la tarde y allí no me cogía nadie (y el contestador dice que de lunes a viernes de 8 a 3). Joder, y si te pasa algo después de las 3 o en fin de semana? No lo entendía.
Total que para el bungalow (que por cierto el sitio precioso) para a la mañana prontito hablar con la embajada y tirar para Krabi en el barco de las 9:30 de la mañana (ja! Por segunda vez, que iluso!). La embajada chapadísima, ni a las 8:30 me pillaban el teléfono. Con lo que llamada al seguro a ver que me decían. Me comentaron que una empresa no era un autoridad como para tener retenido ningún documento oficial de nadie, que ponga una denuncia a la policía y llame a la embajada.
Según salíamos de hablar por teléfono, una pareja discutía con un dependiente por algo de la moto, y el caso era que les pasaba algo parecido a nosotros. Les comentamos lo que nos habían dicho y que nos dirigíamos a poner una denuncia a la policía.
Allí estábamos todos, el israelita argentino, Jani, yo y el policía que nos atiende EN TOALLA!! En ese momento te descojonas. Qué coño te va a ayudar un tío de metro 60, en toalla, recién salido de la ducha (goteando) y al que le falta un dedo en el pié!! Jeje parece de comedia pero así fue.
El poli me comentó que no podía hacer nada, que la embajada le tenía que mandar un fax diciéndole que tenía que retirar el pasaporte de la tienda o algo así. Conseguí hablar con la embajada pero la cónsul no podía atenderme hasta las 12 que saldría de una reunión, y aún así no me prometían nada. Eran las 10:40 y allí nos quedamos.
Al israelita la embajada le dijo que habían conseguido que tan sólo pagaran 2.500Bat y que lo hicieran, que allí todos eran corruptos, que pagara por su pasaporte.
A las 12:45 me pusieron con la cónsul, me comentó que mandaría el fax, pero que negociara un precio. Aunque eso sí, me aseguraba que era ilegal que tuvieran mi pasaporte.
Llegó por fin el fax y el poli nuestro (el de la toalla) se había ido. Le pregunté que es lo que iban a hacer, que ya tenían el fax que me pedían. Vino el del quad y vimos otra vez los daños. Entramos en la comisaría y que a ver cuanto pagaba. Les dije que como mucho 3.000Bat y el tipo se ofendió e hizo como que se marchaba. Le dije al poli que la cuestión no era el dinero, sino mi pasaporte. Que yo estaba en la comisaría porque alguien que no era una autoridad tenía mi pasaporte retenido, que la embajada se lo había dicho que era ilegal y que ellos no hacían nada.
La policía seguía con el tema de ver cuanto podía pagar. Cada vez que sacaban el tema de la pasta yo me ponía de los nervios. Entró el del alquiler otra vez (no sé lo que decía) y yo le decía que por favor que ahora la cosa con el no iba, que tan solo estaba denunciando el tema del pasaporte a al policía. Le insistí además que él con toda esa pasta no iba a comprar tapas ni nada,… total que se marchó.
El poli volvió a sacar el tema de la pasta y le repetí que estaba allí porque se supone que es la policía, alguien legal y “le digo que están cometiendo un delito, algo ilegal con mi pasaporte y que ellos no me ayudan”. Repitió de nuevo cuanto podía pagar y me salió (a todo esto, todo en Ingles) “o sea que sólo el dinero puede ayudarme” un silencio “así va el mundo como va, por culpa del dinero” y me piré recogiendo mis cosas.
No quiero extenderme más pero tras hablar con la cónsul desde el pueblo, fui a pagarles por mi pasaporte. Les dije que mi ama me había tenido que hacer una transferencia y que tenía dinero.
 Cuanto pides? Le pregunté
 6.500Bat.
 Toma
Me los cogieron y les dije que a ver si, si volvía en unos 2 meses con pintura y arreglaba las tapas me devolvían el dinero.
- Vale. Me dijo
- Aunque sea parte. Respondí
Queda en tus manos o algo así contestó. Aquí se quedó todo el tema pues más adelante pasaron tantas cosas que nunca volví.
No olvidaré lo que me dijo la cónsul
“Si te quedas mas tranquilo, le pasa a muchísima gente. Paga, que va a ser lo mejor”
LA VERDAD NO ME QUEDÉ MAS TRANQUILO!!
Total que al de 20 días de estar en Tai, Janire tenía que regresar al trabajo, y yo, que ya me esperaba que aquello me iba a gustar, ya dejé pagados 3 meses del piso por si acaso. Tal y como me lo imaginaba allí fui al aeropuerto para despedirme de Jani, pues yo me quedaría para no sé cuanto tiempo más.

Viaje Tai, Cap 3º: Inicio Solitario



La vegetación de Chiang Mai me gustó tanto que decidí volver allí y visitar más zonas selváticas. Aconsejado por el dueño de la Guest house Teak & Peak, un francés encantador que se casó con una Thai y montaron este negocio, me dirigí donde un guía local

que hacía un tipo de rutas en moto algo diferentes. La “empresa” (su casa) se llamaba Something Diferrent Tours. Hacía honor a su nombre ya que las motos sí que eran diferentes. En otros sitios que pregunté me salía bastante caro hacer rutas en moto y aunque las motos eran de cross, el precio por 3 días me parecía excesivo. El caso es que este tío me hacía un precio 3 veces menor, me decía que íbamos a hacer lo mismo, pero que las motos eran diferentes. Y si que lo eran, eran scooters de 125 con marchas, pero tuneadas para el monte, con ruedas de tacos, suspensiones modificadas, guardabarros,…



Eran muy divertidas y me encantaron. Total que me decidí por él, que parecía majísimo y por las motos peculiares. Me comentó que no tenía a ningún cliente más, así que si no me importaba, iríamos los dos solos sin incremento de precio (cosa que con los otros si no éramos 4 no salíamos).
Total que mi comienzo en solitario no pudo empezar de mejor manera, resultó siendo esta excursión uno de los mejores recuerdos que conservo de Tailandia. Como solo estaba conmigo, me dijo que si quería, me llevaba a dormir a una aldea de la tribu de los Karen que encontró en una de sus incursiones en la selva para abrir nuevas rutas. Una de las razones por las que me gusta visitar otros países es por conocer culturas y gentes diferentes y este tipo me estaba proponiendo vivir con ellos de cerca y no como en esas típicas excursiones que está todo más que preparadísimo, de modo que acepté gratamente dicha oferta.
Para ello fuimos a un mercado a comprar víveres y algún presente para los más pequeños, ya que viven de lo que la selva les proporciona y del arroz que cosechan. Una vez aprovisionados nos adentramos por frondosos parajes durante dos días, cruzando ríos sobre troncos, visitando cascadas y sobre todo empujando las motos porque no paró en 4 días de llover ya que nos pillo un monzón.

.La tarde del segundo día tras empujar durante una hora las motos por una empinada “senda” (por llamarlo de alguna manera) porque yo no intuía camino alguno, llegamos finalmente a un claro del bosque en lo alto de una loma, donde asomaban dos txabolas de maderos y hojas, rodeadas de unos plataneros. Por fin estábamos en el poblado de aquella tribu de la que tan bien me hablaba! Se encontraba en un lugar idílico, en lo alto de una de las laderas de un valle frondoso de altos árboles y exuberante vegetación, donde unas nubes bajas blanquecinas hacían mas fresca y misteriosa la tarde.


Lo que más me llamó la atención era que no se trataba de un poblado, como yo me lo había imaginado, sino que tan sólo era una familia de 8 personas (los abuelos, su hijo y la mujer y sus 4 nietos). Se trataba de una familia de la tribu de los Karen que emigraron de Laos a Tailandia. No sabían nada más que el idioma propio de esa tribu, no conocían ni el Tailandés, pero gracias a que mi guía sabía el idioma me podían preguntar cosas.
Vivían íntegramente del campo y sus cosechas de arroz y jamás iban a otros pueblos, tan solo se relacionaban de vez en cuando con gente de otros asentamientos para intercambiar productos, utensilios,…
La verdad es que fue una experiencia corta pero muy enriquecedora, poder ver como se puede vivir de la naturaleza, sin electricidad, agua corriente, ni cualquier otra de las miles de comodidades básicas de las que disponemos nosotros. Maravilloso era apreciar, lo conectados que están a la naturaleza, cómo la saben escuchar, entender y observar. He de confesar que una de las mejores comidas que probé en todo Tailandia fue la cena que preparó la abuela, prácticamente a oscuras con tan solo la luz de las brasas del fuego.
No sabría decir que es lo que comí pero me supo a gloria, además de la mágica velada que pasé junto a ellos, a la luz del fuego bajo una noche lluviosa y llena de vida nocturna. Los numerosos ruidos que venían de la selva parecían estar dentro de la txabola compartiendo la noche con nosotros.
Caí en un placido y tranquilo sueño sin darme cuenta, escuchando ese idioma del que no entendía nada pero que sonaba tan calido en aquel suelo de cañas de bambú, rodeado de sacos de arroz de la cosecha anterior y bajo un techo de hojas, que meticulosamente puestas, no permitían el paso de ni una sola gota de agua.
Un rico aroma me despertó a la mañana siguiente y al abrir los ojos pude ver cómo frente a mi, había un suculento manjar de plátanos, mangos y piñas recién cortaditos, acompañados de un plato del que solo distinguía el huevo entre todos los ingredientes de los que contaba. Todo ello acompañado con un té calentito que me activó para poder afrontar la amarga despedida, pues a pesar de haber pasado tan solo una tarde-noche con ellos me dio una pena tremenda marcharme de aquel sitio.
Les prometí que cuando tuviera novia les haría una visita, pues no entendían cómo un chico de 26 años no tuviera ya mujer e hijos. Me dijeron que les haría mucha ilusión volver a verme con una mujer a mi lado, así que este año cumpliré mi promesa.

Viaje Tai, Cap 4º: Casualidades - Destino?


Mientras estaba de viaje con Janire no pudimos ir a ver el “Triángulo de Oro”, conocido así por que en esta zona al norte de Tailandia el río Mekong hace de frontera natural entre los países de Mianmar, Laos y Tailandia. De camino hacia esa zona paré en el pueblo Chiang Rai tras unas cuantas horas en un autobús, que supuestamente es el VIP (pagas un poco más) porque tiene aire acondicionado. Bueno pues no resultó ser precisamente tan VIP, ya que parece ser que como lo tiene, hay que ponerlo a tope y vamos que aquello parecía Siberia, así que ni descansé ni pegué ojo ya que la sudadera la tenía abajo en la mochila.
Una vez en Chiang Rai lo primero que hice fue buscar una Guest house, y dí con la perfecta para el cansancio que tenía. Se trataba de un alojamiento pequeñito, en las afueras, lejos del ruido pero cerca del pueblo con una explanadita para tomar el sol y una piscina pequeñita y a demás un precio estupendo, 4€.
Después de darme un chapuzón, espabilarme un poco y entrar en calor (cosa que pasó muy rápido, ya que al bajarte de ese autobús siberiano, el calor húmedo sofocante resultó ser más impactante todavía) me puse a comer algo en el alojamiento ya que disponía de cocina. Mientras estaba comiendo llegó un tipo con una bicicleta con las alforjas y muy bien equipado. Dejó la bici, solicitó una habitación y pidió un poco de comida acompañado de una gran cerveza como buen ingles que parecía. Tenía pinta de ser un tipo majo y alegre, de estos que se pone a hablar con todo el mundo, guapo, de pelo rubio y ojos azules, vamos un dandi de la bicicleta como terminé bautizándole.
Como ya llevaba unos días en solitario, le empecé a hacer preguntas rápidamente como buen amante del deporte y las rutas en bici. Se conoce que a el le apetecía charlar también porque rápido dijo para ponerse a comer junto a mi. Nos pusimos al día de quienes éramos, a que nos dedicábamos, que es lo que hacíamos por allí,… El caso es que este tipo, David (Deivid ya que es inglés y para que le pongáis la entonación adecuada en vuestra lectura) llevaba como la friolera de 10 años viajando por el mundo, al principio en moto y desde hacía 4 años en bici por todo el mundo. Llevaba unos 40.000Km recorridos con su bici, haciendo cada 6 meses aproximadamente algún viaje largo de aventura con su amigo Sebastian. Me decía que el Sudeste Asiático le fascinaba y que siempre se venía a ciclar por esta zona para ir preparándose para el próximo reto.
Cuanto más hablábamos mas envidia me daba por estar allí con su bici. Le comenté que una de las opciones que estaba barajando desde que me quedé solo, era ir a Vietnam a recorrérmelo en bici y que al verle tenía tantas ganas que igual hasta me la pillaba mañana mismo. Se rió y me dijo que ya había oído que los Vascos estamos bastante locos y que lo había comprobado justo hacía 2 semanas. En Bangkok se encontró con un chico Vasco que le dijo que no le estaba gustando nada el ambiente de esa ciudad y que se iba a pillar también una bici. Pues dicho y hecho me comentó que estuvieron andando un par de días en bici juntos y que tenía intenciones de pasar a Laos por aquí arriba por el norte.
Le comenté que al día siguiente me iba a dar una vuelta por el pueblo para posiblemente coger una bici de tanta envidia y emoción que tenía por verle con la suya.
- Yo mañana llegaré a la frontera y me quedaré posiblemente un día de reposo en la parte de Laos, si al final la pillas y así lo creo, espero que nos veamos, me dijo David emocionado.
Me fui a dar una vuelta por el pueblo y cené en la guest house de un chico joven que acababa de abrir hacía poco su propio negocio. Me pareció un tipo muy majo y esa noche me fui allí a dormir para ayudarle un poco en los inicios de su n
egocio. Charlamos durante algunas horas de la mejor manera que podíamos, pues el inglés de ambos dejaba bastante que desear. Cuando le comenté que tenía intenciones a la mañana siguiente de buscar alguna tienda de bicicletas, pronto se prestó a acompañarme pues tenía un conocido que llevaba una tienda. Parecía que los astros estaban alineados para que consiguiera una bici. Contento y emocionado me fui a la cama pues el viaje parecía iba a coger otro cariz.
Tal y como me prometió Tim (como quería que le llamara), después de desayunar me acompañó a la tienda de bicis, y menos mal porque el tipo no sabía nada de inglés. Le comenté que lo que quería era una bici de segunda mano, porque no me quería dejar mucha pasta, ya que realmente todo aquello era muy de puntazo y no tenía nada preparado, ni sabía a donde me dirigiría. Pero sólo tenía bicis para alquilar o nuevas para vender. Me enseñó una bici que el decía estar muy bien de precio. La bici la verdad es que en cuanto la sacó me flipó, era amarilla y negra y encima de una buena marca conocida, una Giant. Costaba 15.000Bat pero me la dejaba en 12.000, unos 240 euros. Me pareció un precio muy razonable, pero como no estaba en mi pensamiento ni en mi presupuesto pillarme una bici, y acostumbrado al regateo pues regateé.
El caso es que la bici me gustaba un montón y me la quería comprar, así que finalmente llegamos a un precio. Saldría como unos 260 euros la bici con parrilla, 2 alforjas traseras, portabotellines y botellín, hinchador, Kit. de llaves Allen y destornilladores, juego de repara-pinchazos y parches, 2 cámaras de repuesto y un candado. El precio estaba genial, la bici me encantaba y a mi me embargaba una emoción que no entraba en mí de gozo. Tras la puesta a punto, les dí las gracias y me pasé todo el día y la tarde probando la bici por si habría que hacer algún retoque o algo.
Cené de nuevo con mi amigo Tim y le comenté que me marcharía pronto a la mañana, sobre las 6:30, ya que no sabía cuanto tiempo tardaría en llegar a la frontera con Laos, pues 120Km me separaban y sin haber entrenado para ello.
La emoción hizo que tardara bastante en conciliar el sueño. Al sonar el despertador del móvil un nerviosismo recorrió mi cuerpo, una nueva etapa del viaje iba a comenzar. Al bajar las escaleras para coger la bici e ir a desayunar a los típicos puestecitos de los mercados donde hay actividad a todas horas del día y noche, desperté al ayudante de Tim, que dormía en el suelo de la recepción. Se levantó y me dijo que tenía preparado el desayuno que corría a cargo de Tim. Asombrado lo acepté de buen grado, un bol de yogurt (que allí es carísimo y no tan fácil de encontrar) con trozos de frutas y muesli. Después de dejarle encargado que le diera mil gracias a Tim, me fui a recoger la bici. En el manillar había un gorro típico de cowboy de cuero. Al dejárselo en la mesa de la recepción el ayudante me dijo que no, que era mío. Yo claramente sabía que ese gorro jamás me lo hubiera comprado, así que le insistí que no era mío. Resultó que era un regalo de Tim, ese chico que apenas había conocido un día antes y con el que parece ser ambos dos sentimos una buena química.
El comienzo en bici no podía ser mejor, allí me dirigía yo con mi nueva bici, las alforjas y un nuevo amigo al que siempre agradeceré su ayuda para conseguir que este viaje tan maravilloso en bici se hiciera posible. Ah! Y con mi nuevo gorro de cowboy, horroroso como el solo, pero que al ser un presente de aquel hombre, lo llevé conmigo durante los 3.000Km que terminé realizando con aquella bici (“la avispa” como acabé bautizándola). A pesar de ser un auténtico coñazo tener que colocar aquel gorro todas las mañanas para sujetarlo con los pulpos a las alforjas o tener que quitarlo para coger cualquier cosa de las alforjas, llegó conmigo a Sopelana, donde todavía lo conservo. He de decir que tan sólo me lo puse una vez para sacarme una foto y ahora, que escribiendo estas líneas me lo he puesto en honor a él, para recordarle (creo que ésta sí que será la última vez que me lo ponga).
Gracias a que ya en Bangkok me había comprado un mapa del Sureste Asiático (Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam) y siguiendo las indicaciones de la gente que me iba encontrando fui dirigiéndome a Chiang kong, que es el último pueblo de Tailandia que hace frontera con Laos, separado por el Meckong y donde se encuentra uno de los pasos fronterizos a este país.
Esta zona por la que me hallaba no tiene gran atractivo turístico, con lo que la gente no me entendía cuando les preguntaba por algún sitio para comer. Además no los había y yo que no había contado con esto me tuve que contentar con algunas galletas y un par de plátanos que me llevé para picotear. Por fin hacia las 16:30 encontré un sitio donde poder comer algo, que ya lo iba necesitando, pues a pesar de no haber tenido muchas cuestas el no estar entrenado me estaba pasando factura.
Sobre las 18:30 llegué al pueblo bastante cansado e intuyendo que iba a tener unos dolores de culo escandalosos porque no me había comprado culote, iba en traje de baño (y lo que ya era realidad eran las rozaduras que tenía en las ingles).
Por la calle principal me fui fijando en los carteles de las casas por si encontraba una guest house en la que alojarme. De repente oí un grito, “KAIXO”!! Súbito frené e incrédulo miré hacia atrás, pues no creía lo que había oído. En medio de la calle había un muchacho delgadito y con gafas, bastante moreno para ser guiri. Di la vuelta y me acerqué a el diciéndole
- En serio? KAIXO!!
- Si!! Soy Unai. Me he encontrado con David y me ha dicho que ayer se encontró con un Vasco que igual se pillaba una bici y que el tenía el presentimiento de que era uno de esos que lo que dicen lo hacen. Es rubio, de perilla y con rastas. Llevo todo el día mirando a ver si veo a alguien con una bici, y en cuanto te he visto es que,… (me miraba de arriba a bajo señalándome la perilla y las rastas) ERES TU!!
Nos echamos a reír. Yo no salía de mi asombro. Me dijo para entrar en una terraza donde estaba echándose una birra, y allí estaba David que tampoco salía de su asombro. Sabía que te la ibas a comprar me dijo riendo.
Me acompañaron a la guest house en la que estaban alojados y me quedé en la habita de Unai (que así se llamaba el de Alonsótegui) ya que tenía dos camas y no le importaba. Me pegué una ducha reparadora y nos fuimos a cenar y a planear algo porque el destino, creíamos los tres, nos había puesto ahí por algo.
Otra noche más que me costó conciliar el sueño, pues de nuevo la emoción me embargaba. No terminaba de salir de mi asombro, lo que son las casualidades de la vida! No habrá lugares en todo Tailandia donde podría estar Unai, pero no, estaba allí! Ni en otro momento ni en otro lugar, estaba allí y en ese momento. Y el hecho que David se hubiera encontrado con el anteriormente y,… vamos todo había sucedido porque parece ser que algo mágico hizo que así habría de ocurrir, el Destino?

Viaje Tai, Cap 5º: Puesta a Prueba


Al día siguiente nos lo tomamos con calma. Desayunamos tranquilamente a orillas del Mekong y tras hacer las alforjas fuimos a tomar el bote para cruzar el río y pasar a Laos, a Chiang Khong concretamente. Al otro lado tuvimos que esperar bastante rato para que nos tramitaran todo el papeleo de los visados. Ya avisados por David, quien había estado anteriormente, nos tomamos ese día con tranquilidad sin pedalear por que este tema burocrático él ya sabía que necesitaba su tiempo.
Sorprendentemente mi culo estaba intacto, sin agujetas ni dolor y menos mal pues difícilmente iba a encontrar ya en Laos una tienda para comprar un culote, ya que es un país muchísimo menos turístico.
Unai y yo estábamos súper contentos, pues era de agradecer compañía de habla castellana. David ya tenía hecha su idea de lo que iba a hacer, pero nosotros 2 al ser de improvisto el estar allí con nuestras bicis no teníamos nada planeado. De modo que pensamos que deberíamos hacer algo juntos. Ambos teníamos en mente ir a Vietnam a recorrerlo en bici, cosa que David no nos lo aconseja por sus experiencias en ese país con la bici. Decía que conducen fatal, como locos y sin respetar a las bicis. Tanta era la veracidad de su disgusto ciclístico en ese país que nos convenció y decidimos ciclar juntos todo Laos de norte a sur y pasar a Camboya. También dejamos claro que si no estábamos a gusto en nuestro periplo juntos, no habría ningún problema en retomar el viaje de cada uno en solitario, cosa que por lo poco que había visto dudaba que fuera a pasar.
Unai estaba viajando por el mundo ese año ya que la empresa en la que trabajaba había cerrado. Con la indemnización y finiquito se fue a Inglaterra a trabajar y a aprender inglés para viajar al año siguiente por todo el mundo con esos billetes “arround the World” que te permiten tomar X vuelos en los 5 continentes durante un año.
Comentaba Unai que las semanas que llevaba pedaleando por Tailandia hasta allí, le habían pasado factura, que tenía las piernas reventadas y que prefería descansar un poco. David nos comentó que la etapa del día siguiente era muy dura, que serían unos 120Km con muco desnivel, ya que entrábamos en la zona norte de Laos que es muy montañosa. Además él recordó que en ese trayecto, no habría ningún sitio para reponer agua ni donde poder comprar comida ni puesto donde te preparen algo de comer. Al oír esto, y conociendo el ritmo que lleva el Inglés, Unai decidió que tomaría el barco que llevaba a Louangphrabang (antigua capital de Laos) y bajarse en Pakbèng para al de 4 días encontrarse con nosotros en Muang Xay.
Al día siguiente nos despedimos de Unai, nos aprovisionamos de unos cuantos litros de agua y comida y partimos hacia nuestro próximo pueblo, Viangphoukha. De nuevo esa sensación de alegría y nerviosismo invadía mi cuerpo. Allí me encontraba en Laos, andando en bici con aquel trotamundos dandi de la bici, con un día espléndido y siendo saludado por todo niño y niña que te encontraras por el camino gritando sabaidii!! que significa hola. Es una pasada cómo cambia la gente en tan solo unos metros. Sólo el río separaba ambos países, pero la diferencia era abismal. Aquí todos te saludaban y sonreían e incluso te seguían corriendo junto a tu bici, cosa que en Tailandia, a pesar de llamarse el país de la sonrisa, no lo fue tan clara como lo estaba siendo en Laos.
Al de unos 40Km empezó la primera de unas cuantas interminables cuestas. Bajo un sol de justicia seguía a rueda del Inglés, que ya avisado por Unai, llevaba un buen ritmo (motivo por el cual al segundo día dejó de seguirle cuando estaba en Tai, para seguir él solo). Tras coronar la primera cima con una sudada de espanto y contemplar ésa estampa en la que te sientes ínfimo rodeado de tanta montaña de exuberante vegetación, me dio una palmada en la espalda halagándome lo bien que estaba aguantando el ritmo y sorprendido por que fuera con traje de baño y no con culote. Valla culo que tienes!! Me decía riéndose
A medida que avanzábamos hacia el interior por esa única carretera que te lleva hacia la frontera con china, bastante bien conservada por cierto, la gente que nos íbamos encontrando en pequeños asentamientos se quedaba mirándonos atónito. Pocas bicis habrán visto éstos en su vida me dijo David y mucho menos con el equipaje a cuestas replicó. Algunos incluso se asustaban ante nuestra presencia, pues ya no sólo eran las bicis sino que igual nunca habían visto a un hombre blanco, de cabello rubio y ojos claros. Por aquí si pasa algún turista es en autobús para ir al pueblo al que nos dirigíamos, por ser el único sitio por aquí donde poder alojarte, para hacer algún trekking por la selva, me comentó mi compañero.
Hicimos una parada para comer algo del queso, pan y frutos secos que llevamos. Pan! hacía bastante que no comía pan, ya que en Tai no hay, pero Laos al haber sido colonia Francesa, cómo no, tenían pan, no muy bueno que se diga pero al fin y al cabo era pan! Numerosos niños curiosos se acercaron riéndose y algo cautos al vernos allí parados en su asentamiento, dos extraños comiendo y bebiendo de raros recipientes (botellines). Al final se dejaron llevar e hicimos risas con ellos tratando de beber de los botellines, nos tomamos unas fotos con ellos y nos despedimos para seguir nuestro camino pues lo peor estaba aún por llegar.
A unos 70Km empezamos a subir una cuesta no muy empinada pero que parecía ser prolongada. Efectivamente así lo fue, terminaron siendo 35Km de subida en los que a escasos 2Km y muy a mi pesar me tuve que bajar de la bici para empujarla un par de curvas pues la cuesta se puso bien empinada. Esta vez no podía seguirle al Inglés, que me esperaba arriba para darme la enhorabuena. A partir de este punto todo era un sube y baja de estos matadores rompe-piernas, pero por lo menos no hubo mas subidas de esas criminales. Para acabar bien el día nos pilló una tormenta de escándalo. No había lugar donde refugiarnos de la lluvia torrencial y como en breves iba a anochecer teníamos que seguir pedaleando. Una hora duraría mas o menos la tromba de agua, que si no fuera porque en las cuesta abajo nos dolía la cara como si te estuvieran dando perdigonazos, nos mitigaba esa sensación de calor. Curiosamente trascurridos unos 40 minutos desde que amainara la tormenta y sin casi sol, del calor que hace ya estábamos de nuevo secos.
Serían como las 19:30 de la tarde cuando empecé a estar bastante harto de dar pedales, ya no tenía mucha gracia el temita. Llevaríamos como unas 10 horas desde que nos despedimos de Unai pedaleando prácticamente todo el rato. Nos encontrábamos inmersos en una noche estrellada, con los frontales encendidos, por una carretera por la que no pasaba nadie, en la que tan solo se oía el zumbido de las ruedas sobre el asfalto. La verdad es que estaba viviendo un momento bonito y singular, pero tenía muchas ganas de llegar y no sabíamos cuanto quedaba.
Por fin a las 9 de la noche llegamos al pueblo, Viangphoukha. Estaba todo a oscuras, sin ninguna luz aparente y tan solo había 3 casas, una guest house y una casa donde te dan de comer. Parecía que no había nadie por allí, pero un señor apareció con una linterna ofreciéndonos alojamiento. En ese momento ya respiré, por fin íbamos a parar de andar en bici! Se había ido la luz del pueblo, así que tras ducharnos bajo un chorrito de agua e iluminados por nuestras linternas estratégicamente colocadas entre las cañas de bambú, nos dirigimos al restaurante (al que antes de entrar ya sabíamos el menú: arroz o sopa de nudels, ah y como no una buena cerveza para él).
Después de cenar y antes de llegar a nuestro alojamiento vino la luz al pueblo (que tampoco era mucha). Al ir a abrir la puerta de la habitación oí a una pareja hablar en castellano, con lo que rápidamente dije – holaaa?
Otro – holaaa? Sonó enfrente de nuestra puerta mientras se habría una puerta.
- Españoles? Dijo una chica
- Bueno yo de Bilbao y el Inglés
Se trataba de una pareja recién casada que estaba en su luna de miel y habían venido a este sitio para hacer 2 días de trekking por la selva. Y más casualidades todavía, al decirles que era de Sopelana , resultó que eran colegas de un amigo mío. Yo ya no daba crédito a lo de las casualidades de este viaje. Nos tiramos hasta bien entrada la noche charlando y bebiendo a la luz de las velas y estrellas invitados por la pareja recién casada. Nos despedimos hasta el día siguiente pues a todos nos esperaba un temprano despertar.
Antes de entrar a la habita David un tanto emocionado (no se si por efecto de las cervezas que se tomó) me dijo: Mantu estoy orgulloso de ti. Pocas personas creo que serían capaces de al segundo día de comprarse una bici, hacerse más de 120Km con 2.000m de desnivel que hemos tenido que salvar en los 2 puertos que hemos hecho con poca comida, pedaleando casi 12 horas y encima en bañador! Realmente te admiro
La verdad es que me conmovió un montón. Que un tipo que lleva 4 años recorriendo el mundo en bici me dijera eso, la verdad es que me llegó. Nunca olvidaré sus palabras y siempre estaré agradecido que me acogiera como un compañero de viaje y me abriera su corazón, como en más de una ocasión lo hizo. Sé que siempre le tendré como amigo a pesar de la distancia y que igual no volvamos coincidir (cosa que lo dudo y así espero).
A la mañana siguiente nos despedimos del joven matrimonio tras intercambiarnos direcciones por si nos juntáramos a la vuelta para compartir nuestros viajes.

Viaje Tai, Cap 6º: Reencuentros


Al cabo de 4 días y fieles a lo prometido desde que nos despedimos de Unai, llegamos al pueblo donde habíamos quedado nos juntaríamos los tres, Muang Xay. Entramos en el pueblo ya casi oscureciendo. Habíamos quedado que nos encontraríamos en la primera guest house que viéramos. Casualidad en la primera que vimos allí había lo que parecían 2 bicis, nos acercamos y ninguna era de Unai. Justo antes de abrir la puerta para preguntar, un tipo de pelo blanco mayorcito y muy risueño, todo emocionado nos preguntó de donde veníamos. Resultó que las bicis eran de él y de su mujer, que venían desde el sur de China con sus bicis!

Otra vez yo alucinaba, no habría sitios en el mundo ni momentos, pero allí estaban en ese sitio y ese momento esa pareja de Holandeses encantadora de, atención al dato, 52 años ella y 60 el!! Alucinante lo de este matrimonio, que energía, jovialidad y alegría que emanaban, daba gusto verles. Les comentamos a ver si habían visto a otro tipo en bici por aquí. – Unai! dijo el señor. Daba la casualidad que el día anterior se lo habían encontrado y vinieron juntos hasta aquí. Había ido en bici a dar una vuelta para buscar algún sitio donde cenar. Tras mencionar esto allí apareció Unai con su bici soltándola de golpe para abrazarnos. Nos había echado de menos, se había acostumbrado a nuestra compañía decía. Le dio pena no venir con nosotros pero sus piernas no habrían aguantado, nos comentó, pues la pareja le habían contado que ellos habían venido por otro sitio para evitar esa zona montañosa.
Otra noche mágica que pasé con la nueva cuadrilla de ciclistas que de improvisto nos habíamos montado. Y cómo no alucinando de nuevo con las casualidades!
Los Holandeses también iban a Louangphrabang, de modo que al día siguiente partimos todos juntos. Nos quedaban tres etapas hasta llegar a la antigua capital de Laos y salvo la última etapa que era de 110Km, el resto no llegaban a 80Km, así que a excepción la primera, que fue de bastante cuesta, en general fueron llevaderas. No había mas sitios en donde dormir mas que en los pueblos donde íbamos a llegar, así que el Inglés que tiene buen ritmo y le gusta ir al suyo nos esperaba siempre al final de la etapa con una cerveza o dos (según la sed) en la mano. A mi me apetecía andar un poco junto a esa pareja tan peculiar para conocerles mejor. El ritmo la verdad es que no tenía nada que ver con el del Inglés, pero mis piernas lo agradecieron mucho y me encantaba escuchar las historias de aquel señor.
Llegué a Louangphrabang con David. Lo primero que hicimos antes de buscar alojamiento fue comer de lo lindo. Se trata de una ciudad muy pequeñita, bien conservada y con un estilo colonial muy marcado. Es un sitio muy turístico y la verdad no me extraña porque es muy bonita y tienes muchas opciones para hacer. La verdad es que no me gustan mucho las zonas turísticas, pero cuando vas en bici por sitios en los que comes siempre lo mismo y muy poco, un buen plato de pasta o pizza saben a gloria. De modo que cada 5 días o así encontrarte un sitio turístico siempre se agradece. Me invitó David, porque decía que siempre al pagar a medias yo salía perdiendo por no comer ni carne ni beber alcohol, que son siempre algo mas caros. No os podéis hacer a la idea lo bien que me supo esa comida, en esa mágica ciudad, en la calle principal donde ese estilo colonial está muy marcado, en la terracita de ese restaurante y con el solcito dándonos en la cara tras una etapa de 110Km en llano pero a toda pastilla.
Nos costó bastante encontrar un sitio para alojarnos, no sé por qué estaba todo llenísimo, había mucho turista esa semana nos comentaron. Por suerte para cuando llegaron Unai y los Holandeses ya teníamos sitio cogido. El día siguiente nos lo pasamos descansando, comiendo y visitando los templos y alrededores de la ciudad. A la noche dando una vuelta para hacer boca e ir a cenar, de repente me tocan por la espalda y con los ojos a cuadros volví a ver a los recién casados! Tras unos abrazos y presentaciones de los nuevos miembros del grupo, decidimos ir a cenar todos juntos.
Anteriormente, en un par de ocasiones durante nuestro transcurso en bici, David y yo nos encontramos con una pareja que iba en moto, una KTM gordísima con alforjas de hierro en los laterales y demás historias, que parecía recién llegada del París-Dakar (o como se llame hoy en día que se hace por Sur América). Como no te sueles encontrar con mucha gente, obviamente al ver una moto o unos tipos en bici, te sale saludar, pero la verdad es que nunca nos paramos. Pues casualidad pasaron en ese momento por la calle principal con la moto despacito porque estaban buscando algún sitio. David que es muy lanzado les paró, ellos rápidamente nos reconocieron, los ciclistas! exclamaron. No daban crédito a que estuviéramos ya allí, pues nos habían visto la primera vez en la frontera. Les animamos a que se quedaran a cenar con nosotros. Así lo hicieron y esa noche cenamos una tropa que parecíamos viajar todos juntos y que nos conociéramos de toda la vida. Éramos 9 en total, los 2 Vascos, la pareja Holandesa, el Inglés, la pareja recién casada y la pareja Alemana de la KTM. Estos últimos, los de la moto venían desde Irlanda, que es donde trabajaban, en moto! Nos contaron infinidad de batallas que les pasaron en los 6 meses que llevaban en la moto para llegar hasta aquí.
La cena resultó ser de nuevo maravillosa y curiosísima, pero lo mejor fue cuando de pronto me fijo, y en la otra punta del restaurante veo a una persona con gafas negras, gorro rojo y camiseta a rallas rojas y blancas. Les comento de repente a ver si sabían quien era Wally, el de buscando a Wally, el mítico libro que todos hemos tenido alguna vez entre las manos. Sólo Unai, los recién casados y yo sabíamos de que hablaba, el resto ni idea. El caso es que le dije a Unai que mirara para atrás, que había un tipo igual que él y que dudaba que fuera así por la vida, que se había disfrazado fijo. Total que ni cortos ni perezosos allí nos dirigimos los dos a sacarnos una foto con el Wally, bajo la atenta mirada de nuestros nuevos compis que no daban crédito a lo que estábamos haciendo. Allí nos encontrábamos Unai y yo en Luangphrabang con un freak disfrazado de Wally! (lástima que perdiera las fotos porque no tenían desperdicio).
Al día siguiente convencí a los recién casaos para que alquilaran un par de bicis e ir a ver unas cascadas que estaban a unos 35Km. El resto prefería descansar y comer bien así que nos fuimos los tres a aquel sitio, que resultó ser un acierto. Llegamos a un pequeño parking donde dejamos nuestras bicis para aproximarnos a las cascadas a pie. Se trataba de un entorno muy boscoso, pero con un sendero bien marcado y conservado, con algunas pozas de aguas azuladas donde nos pegamos unos chapuzones para refrescarnos de la sudada con la bici. Al final del sendero donde se abría un claro, se empezaba a oír el sonido del agua golpeando las piedras. Cuando sorteamos el último árbol divisamos una enorme cascada de unos 50m de altura que caía por un gran acantilado de piedra que nos dejó boquiabiertos.
Ese día los de la moto ya se marcharon y la joven pareja tenía reservada mesa en un elegante restaurante para celebrar su matrimonio, así que cenamos solo el grupete de ciclistas. Los Holandeses y el inglés se quedarían un día mas por la ciudad. Unai y yo seguiríamos el itinerario previsto, así que tomamos notas de donde dormir, de cuántos kilómetros serían las etapas y mas información que David nos pudo proporcionar por las anteriores veces que había estado por la zona. Y menos mal que recibimos esta información por que sino en más de una ocasión nos hubiéramos metido en un fregao serio.
A David posiblemente nos lo encontraríamos de nuevo por el camino, porque hasta Vientiane, la capital de Laos, íbamos a hacer el mismo recorrido. Pero los Holandeses se pasarían a Tailandia así que esa noche celebramos nuestro encuentro con aquella pareja tan peculiar, para esperar que nuestros caminos se juntaran de nuevo en algún momento de nuestras vidas.

Viaje Tai, Cap 7º: Ciclando con Unai


Después de tantas casualidades, encuentros y reencuentros, finalmente Unai y yo nos disponíamos a continuar solos nuestro improvisado itinerario por Laos. Todavía desde que nos conociéramos y decidiéramos ciclar juntos, no lo habíamos hecho a solas, siempre acompañados. Nuestro siguiente objetivo era llegar a Vang Vieng, un destino turístico típico de Laos y famoso sobre todo entre los jóvenes, del que nos separaban unos 350Km, es decir, unos tres días.
Avisados por David zarpamos temprano por la mañana, pues la etapa constaría de unos 100Km y nos esperarían unas serias pendientes. La verdad es que el comienzo en solitario con Unai fue matador. Desde que tomáramos la primera desviación a las afueras de Luangphrabang no paramos en todo el día de subir. En momentos era una subida moderada y había momentos en los que hubo que ir en plato pequeño y casi último piñón durante largo tiempo. Pero mereció la pena por los curiosos asentamientos por los que pasábamos, la alegría con la que nos saludaban las gentes y los niños sobre todo y las impresionantes vistas con las que deleitaban nuestros ojos esas altas y empinadas montañas, cubiertas hasta el más mínimo hueco de verde y frondosa vegetación.
Nunca olvidaré aquella sensación de satisfacción que tuve al llegar por fin a aquel pueblo, Kiukachan, el pueblo más alto de Laos, situado a unos 2300m, donde por primera vez sentí frío en mi cuerpo, debido a la altura y la temprana caída del sol que tan característica es en esas latitudes. Grabadas están en mis retinas las vistas tan espectaculares que ese pueblo de apenas 15 casas y una guest house estratégicamente colocada tiene.
Tampoco olvidaré aquella guest house, no sólo por el frío que pasamos a la noche ya que no estábamos acostumbrados a aquellas temperaturas, sino por lo tétrica que era. No os digo mas que los dos coincidimos en que parecía que aquí se habrían rodado varias escenas de la película Hostel. Por no hablar del baño, al que Unai sólo entró una vez y al que se negó volver a entrar a. Ni si quiera se duchó a pesar de la sudada que nos pillamos ese día. No le culpo pues el baño, por así llamarlo, al que al entrar, un fuerte olor te noqueaba, de paredes agrietadas salpicadas de mierda, donde ducha y baño eran uno, la verdad es que no motivaba. La ducha era la típica de Laos, una gran cubeta de agua donde habrías de meter una palangana, coger agua y tirártela por encima. Pero con las características reseñadas de esta y que además el agua estaba congelada. Con lo que ciertamente aquella ducha y estancia la recordamos perfectamente, además de parecer mentira, muy gratamente.
A la mañana siguiente nos despertamos temprano porque otra vez nos esperaba una dura etapa según David. De modo que bien abrigados partimos de aquel extraño pueblo. Después de una increíble bajada en la que una sonrisa estaba permanentemente dibujada pues por fin teníamos un poco de tregua ascendente, pronto se nos desdibujó pues como bien se dice, “todo lo que se baja se sube”. Intuir la pedazo de cuesta que nos esperaba cierto es que nos desmoralizó bastante, pero salvo los primeros kilómetros que fueron un poco mas duros, al final resultó ser una cuesta mas larga que vertical, lo cual agradecimos. Finalmente llegamos a un pueblo situado en lo alto de un puerto de montaña, donde hay alguna guest house que otra, pues parece ser que es parada típica de la gente que va de mochilero por esta zona antes de llegar a Vang Vieng y donde los autobuses paran para repostar y para que los turistas coman algo y estiren las piernas. El pueblo no tiene gran cosa pero las vistas son excelentes. Nosotros aquí solo comimos pues David nos había dicho que a unos 25Km había una guest house que alucinaríamos. Que no estaba en ninguna guía y que nadie la ve, porque pasan de largo con los autobuses. De modo que a pesar de estar cansados, allá nos dirigiríamos.
Justo antes de coger nuestras bicis para dirigirnos a nuestro destino, vimos a un par de tipos con sus bicis y alforjas. Como no es muy usual darse esta imagen, allá que fuimos a hablar con ellos. Bueno pues resultó que uno de ellos llevaba 2 años en la bici. Salió de Francia un día, se recorrió África y se pasó para Asia, donde nos lo encontramos nosotros (en Laos). El caso es que ya después de 2 años estaba en el camino de regreso a su casa. La pena es que se dirigían en sentido contrario a nosotros, porque sino hubiera sido un placer andar junto a el para escuchar las numerosas anécdotas que aquel hombre tendría. El otro tipo tan sólo llevaba 3 meses acompañándole a él, con lo que después de lo oído, la verdad es que no nos interesamos mucho por él.
Salimos de aquel pueblo ya bastante cansados, pero sabiendo que tan solo quedaban pocos kilómetros. Para nuestra sorpresa, al dar una curva, vimos que lo que venía era una bajada increíble, estábamos en un alto desde donde se veía una basta extensión de montes altos y puntiagudos, bajo un sol rojizo que nos atrapó durante varios minutos a Unai y a mi. Parecía que estábamos dentro de uno de los capítulos de la serie de dibujos manga Dragon Ball, donde esas montañas de rocas cubiertas de árboles deleitaban nuestras retinas. Aquella bajada no la olvidaré jamás. Ambos bajamos a toda pastilla notando la brisa del viento sobre nuestros sudados rostros dejándonos un frescor muy agradable y con una sonrisa de oreja a oreja. No tardamos nada en hacer esos 20Km de bajada. Nada mas terminarla nos aguardaba una subida bastante pronunciada, pero que con la emoción que teníamos los 6Km que ascendimos prácticamente ni los notamos.
Sabíamos que no estábamos muy lejos así que nos fijábamos muy bien para no pasarnos aquella guest house de la que nos habló el Inglés. Finalmente la encontramos, se trataba de un pequeño recinto ajardinado con algunos plataneros en sus alrededores, que constaba de 3 casetas muy cukys. A escasos metros había un pequeño estanque, con un puentecito que se adentraba hacia el bosque. El caso es que la guest house ésta se llamaba Hot Springs (aguas termales). Pues en efecto, al otro lado del estanque y pasando el puente había una cascada con una pozita de la que caía agua calente. Total que una pasada de sitio, y encima con un spa natural que tras hacer unos 100Km con bien de cuestas, nos dejó en un auténtico estado de relax.
Esto es lo bueno que tiene la bicicleta, el ir despacito, que te permite estar en sitios donde la gente que va en autobús, en coche u en otro vehículo rápido, no se pararía. Al hablar con gente que te vas encontrando mas adelante en los sitios más turísticos se quedaban alucinados al ver los sitios en los que habíamos estado o donde nos habíamos alojado.
El sitio este estaba además en un entorno salvaje montañoso idílico. Unai y yo tras compartir cama de matrimonio nos prometimos regresar a ese sitio cuando tuviéramos pareja para sacarle todo el provecho a ese encantador lugar, que para rematar la jornada nos deleitó con un atardecer mágico, del que disfrutamos desde nuestra terraza.