martes, 20 de julio de 2010

Viaje Tai, Cap 6º: Reencuentros


Al cabo de 4 días y fieles a lo prometido desde que nos despedimos de Unai, llegamos al pueblo donde habíamos quedado nos juntaríamos los tres, Muang Xay. Entramos en el pueblo ya casi oscureciendo. Habíamos quedado que nos encontraríamos en la primera guest house que viéramos. Casualidad en la primera que vimos allí había lo que parecían 2 bicis, nos acercamos y ninguna era de Unai. Justo antes de abrir la puerta para preguntar, un tipo de pelo blanco mayorcito y muy risueño, todo emocionado nos preguntó de donde veníamos. Resultó que las bicis eran de él y de su mujer, que venían desde el sur de China con sus bicis!

Otra vez yo alucinaba, no habría sitios en el mundo ni momentos, pero allí estaban en ese sitio y ese momento esa pareja de Holandeses encantadora de, atención al dato, 52 años ella y 60 el!! Alucinante lo de este matrimonio, que energía, jovialidad y alegría que emanaban, daba gusto verles. Les comentamos a ver si habían visto a otro tipo en bici por aquí. – Unai! dijo el señor. Daba la casualidad que el día anterior se lo habían encontrado y vinieron juntos hasta aquí. Había ido en bici a dar una vuelta para buscar algún sitio donde cenar. Tras mencionar esto allí apareció Unai con su bici soltándola de golpe para abrazarnos. Nos había echado de menos, se había acostumbrado a nuestra compañía decía. Le dio pena no venir con nosotros pero sus piernas no habrían aguantado, nos comentó, pues la pareja le habían contado que ellos habían venido por otro sitio para evitar esa zona montañosa.
Otra noche mágica que pasé con la nueva cuadrilla de ciclistas que de improvisto nos habíamos montado. Y cómo no alucinando de nuevo con las casualidades!
Los Holandeses también iban a Louangphrabang, de modo que al día siguiente partimos todos juntos. Nos quedaban tres etapas hasta llegar a la antigua capital de Laos y salvo la última etapa que era de 110Km, el resto no llegaban a 80Km, así que a excepción la primera, que fue de bastante cuesta, en general fueron llevaderas. No había mas sitios en donde dormir mas que en los pueblos donde íbamos a llegar, así que el Inglés que tiene buen ritmo y le gusta ir al suyo nos esperaba siempre al final de la etapa con una cerveza o dos (según la sed) en la mano. A mi me apetecía andar un poco junto a esa pareja tan peculiar para conocerles mejor. El ritmo la verdad es que no tenía nada que ver con el del Inglés, pero mis piernas lo agradecieron mucho y me encantaba escuchar las historias de aquel señor.
Llegué a Louangphrabang con David. Lo primero que hicimos antes de buscar alojamiento fue comer de lo lindo. Se trata de una ciudad muy pequeñita, bien conservada y con un estilo colonial muy marcado. Es un sitio muy turístico y la verdad no me extraña porque es muy bonita y tienes muchas opciones para hacer. La verdad es que no me gustan mucho las zonas turísticas, pero cuando vas en bici por sitios en los que comes siempre lo mismo y muy poco, un buen plato de pasta o pizza saben a gloria. De modo que cada 5 días o así encontrarte un sitio turístico siempre se agradece. Me invitó David, porque decía que siempre al pagar a medias yo salía perdiendo por no comer ni carne ni beber alcohol, que son siempre algo mas caros. No os podéis hacer a la idea lo bien que me supo esa comida, en esa mágica ciudad, en la calle principal donde ese estilo colonial está muy marcado, en la terracita de ese restaurante y con el solcito dándonos en la cara tras una etapa de 110Km en llano pero a toda pastilla.
Nos costó bastante encontrar un sitio para alojarnos, no sé por qué estaba todo llenísimo, había mucho turista esa semana nos comentaron. Por suerte para cuando llegaron Unai y los Holandeses ya teníamos sitio cogido. El día siguiente nos lo pasamos descansando, comiendo y visitando los templos y alrededores de la ciudad. A la noche dando una vuelta para hacer boca e ir a cenar, de repente me tocan por la espalda y con los ojos a cuadros volví a ver a los recién casados! Tras unos abrazos y presentaciones de los nuevos miembros del grupo, decidimos ir a cenar todos juntos.
Anteriormente, en un par de ocasiones durante nuestro transcurso en bici, David y yo nos encontramos con una pareja que iba en moto, una KTM gordísima con alforjas de hierro en los laterales y demás historias, que parecía recién llegada del París-Dakar (o como se llame hoy en día que se hace por Sur América). Como no te sueles encontrar con mucha gente, obviamente al ver una moto o unos tipos en bici, te sale saludar, pero la verdad es que nunca nos paramos. Pues casualidad pasaron en ese momento por la calle principal con la moto despacito porque estaban buscando algún sitio. David que es muy lanzado les paró, ellos rápidamente nos reconocieron, los ciclistas! exclamaron. No daban crédito a que estuviéramos ya allí, pues nos habían visto la primera vez en la frontera. Les animamos a que se quedaran a cenar con nosotros. Así lo hicieron y esa noche cenamos una tropa que parecíamos viajar todos juntos y que nos conociéramos de toda la vida. Éramos 9 en total, los 2 Vascos, la pareja Holandesa, el Inglés, la pareja recién casada y la pareja Alemana de la KTM. Estos últimos, los de la moto venían desde Irlanda, que es donde trabajaban, en moto! Nos contaron infinidad de batallas que les pasaron en los 6 meses que llevaban en la moto para llegar hasta aquí.
La cena resultó ser de nuevo maravillosa y curiosísima, pero lo mejor fue cuando de pronto me fijo, y en la otra punta del restaurante veo a una persona con gafas negras, gorro rojo y camiseta a rallas rojas y blancas. Les comento de repente a ver si sabían quien era Wally, el de buscando a Wally, el mítico libro que todos hemos tenido alguna vez entre las manos. Sólo Unai, los recién casados y yo sabíamos de que hablaba, el resto ni idea. El caso es que le dije a Unai que mirara para atrás, que había un tipo igual que él y que dudaba que fuera así por la vida, que se había disfrazado fijo. Total que ni cortos ni perezosos allí nos dirigimos los dos a sacarnos una foto con el Wally, bajo la atenta mirada de nuestros nuevos compis que no daban crédito a lo que estábamos haciendo. Allí nos encontrábamos Unai y yo en Luangphrabang con un freak disfrazado de Wally! (lástima que perdiera las fotos porque no tenían desperdicio).
Al día siguiente convencí a los recién casaos para que alquilaran un par de bicis e ir a ver unas cascadas que estaban a unos 35Km. El resto prefería descansar y comer bien así que nos fuimos los tres a aquel sitio, que resultó ser un acierto. Llegamos a un pequeño parking donde dejamos nuestras bicis para aproximarnos a las cascadas a pie. Se trataba de un entorno muy boscoso, pero con un sendero bien marcado y conservado, con algunas pozas de aguas azuladas donde nos pegamos unos chapuzones para refrescarnos de la sudada con la bici. Al final del sendero donde se abría un claro, se empezaba a oír el sonido del agua golpeando las piedras. Cuando sorteamos el último árbol divisamos una enorme cascada de unos 50m de altura que caía por un gran acantilado de piedra que nos dejó boquiabiertos.
Ese día los de la moto ya se marcharon y la joven pareja tenía reservada mesa en un elegante restaurante para celebrar su matrimonio, así que cenamos solo el grupete de ciclistas. Los Holandeses y el inglés se quedarían un día mas por la ciudad. Unai y yo seguiríamos el itinerario previsto, así que tomamos notas de donde dormir, de cuántos kilómetros serían las etapas y mas información que David nos pudo proporcionar por las anteriores veces que había estado por la zona. Y menos mal que recibimos esta información por que sino en más de una ocasión nos hubiéramos metido en un fregao serio.
A David posiblemente nos lo encontraríamos de nuevo por el camino, porque hasta Vientiane, la capital de Laos, íbamos a hacer el mismo recorrido. Pero los Holandeses se pasarían a Tailandia así que esa noche celebramos nuestro encuentro con aquella pareja tan peculiar, para esperar que nuestros caminos se juntaran de nuevo en algún momento de nuestras vidas.

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