martes, 20 de julio de 2010

Viaje Tai, Cap 12º: Sorpresas en Don Det


Pronto por la mañana monté las alforjas y tras desayunar me dirigí a tomar el primer trasbordador que me devolvía otra vez al otro lado del río. De nuevo estaba solo en la bici y a pesar de que tan solo eran unos 70Km y llanos, recuerdo que me costó bastante llegar al siguiente destino. Se trataba de Don Det, una de las islas habitables en la zona sur de Laos conocida como 4000 Island (zona de las 4000 islas del Mekong) debido a que aquí el río se ensancha tanto que hay una infinidad de islas. Había oído hablar muy bien de esta zona, halagando sobre todo esta pequeña isla, que es la mas tranquila, donde sólo hay bungalows y pequeños restaurantes a orillas del río. La otra isla se llama Don Kong, creo recordar y es mucho mas grande y donde hay mas movimiento.
El caso es que a pesar de que el destino me apetecía un montón, me estaba costando pedalear y sobre todo era por el estado anímico. Creo que tal vez se debería a que al haber estado muy bien acompañado los primeros días de bici, ahora el hecho de tener que hacer tantos kilómetros sólo me estaba pasando factura y mas aún cuando sales de algún sitio turístico donde has vuelto a tener contacto con la gente (mas que nada por poder entenderte con ellos).
En cuanto llegué a una de las zonas donde puedes tomar un taxi-boat para que te acerquen a alguna de las islas, se me pasaron todos lo males. Desde la orilla ves cómo en el río se ven unas cuantas islas hasta donde te alcanza la vista, con una vegetación en las orillas increíble y sobre todo muchos pájaros. El color del agua de este río no es que digamos muy apetecible ni atractivo ya que es de un color marrón chocolate clarito que va avanzando sin cesar hacia la desembocadura. Pero en esta zona la verdad es que hasta el color este te parece maravilloso, los juegos de colores que hace el marrón con la vegetación verde y el cielo azul junto con el sonido del agua, pues en esta zona va con bastante fuerza, hacían que ese lugar te inspirara tranquilidad y una energía muy apaciguadora.
Además durante el transcurso hacia la isla, vas pasando por numerosas islas pequeñas, donde los pescadores locales tratan de conseguir pescado lanzando las redes sobre sus estrechas barcas, manteniéndose como por arte de magia de pié y sin ningún tipo de complicación aparente, mostrando su destreza en este arte, del que numerosas familias dependen.
Nada más desembarcar en la isla, encontré un ciber. Como ya había picado algo por el camino, antes de buscar alojamiento entré para chequear mi correo. Echando un vistazo rápido para ver de quienes eran, vi que había uno de Unai. Lo abrí el primero pues quería saber donde andaba y que tal estaba de sus piernas. Contaba que ya estaba mucho mejor, que había estado descansando y que estaba en Don Det esperando a que llegara!!!! Una sensación de euforia y emoción me sobrecogieron. Me indicaba en que bungalows estaba con lo que rápidamente pagué lo poco que estuve pues quería darle un abrazo a mi compañero de viaje!

Unai no sabía que yo había recibido o leído el mail, así que tampoco sabía por donde andaría, con lo que pensé que no estaría en la cabaña. Al llegar a los bungalows, le pregunté a la señora que lo llevaba a ver si sabía donde se encontraba un chico que había venido en bici. Me dijo cual era el sitio y que estaba allí ahora mismo! Me acerqué sigilosamente y al asomar la cabeza vi que Unai estaba leyendo tumbado sobre una hamaca en la terraza de su bungalow. Que pasa brother! grité de repente. Unai de un sobresalto se incorporó de la hamaca y tras verme nos dimos un fuerte abrazo. Al gritar no me di cuenta que alado de Unai había otro chico con otra bicicleta y al que también le asusté. Se trataba de un Portugués que se había encontrado en Paxé y con el que vino en bici hasta aquí.
Me comentaron que llevaban 4 días en esta isla y que estaban encantados con ella. Tan solo hacían comer y beber, echarse siestas, leer libros que devoraban en sus hamacas y charlar por las noches a la luz de unas velas pues a las 9 de la noche apagaban los generadores que alimentaban las pocas luces que iluminaban los establecimientos. De modo que decían , las noches allí eran increíbles pues la oscuridad total que se adueñaba de la noche permitían observar el fascinante estrellato que aparecía tras el ocaso. Todo ello desde tu hamaca y a orillas del río donde el susurro del fluir de la corriente te deleitaba como la mejor de las nanas y a la luz de las velas hacían únicas cada noche en esa isla.
El Portugués al día siguiente se marchó pues al de pocos días tendría que tomar un vuelo que le llevara de nuevo a su país. De modo que Unai y yo aprovechamos para ponernos al día. Todavía estaba con ganas de descansar para recuperarse así que no le importó cuando le dije para quedarnos unos días mas.
La isla era muy pequeña, recuerdo que en una mañana ya me la había visto prácticamente entera. Tenía en su extremo norte un pequeño puente que comunicaba con otra isla aún mas pequeña y tranquila. En esta isla me habían dicho, se encontraba una de las potentes cascadas que se encuentran por esta zona. Al de varios kilómetros antes de llegar a la cascada empecé a oír un fuerte rugir que me indicaba lo majestuosa que podía llegar a ser. Tras pasar un pequeño bosquejo de árboles y llegar al borde del río pude observar cómo una gran masa de agua trataba de abrirse paso por una zona rocosa de unos 400m de ancho. No era tanto el salto de agua lo que me impactó, sino la cantidad de agua que podía estar pasando por aquel sitio y el sonido que emitía. Además impactaba la inmensidad de kilómetros cuadrados inundados que podía tener aquella zona, porque miraras a donde miraras, la vista se te acababa siempre en agua y donde parecía que veías tierra resultaba ser otra isla.

Me acerque a otra de las puntas de la isla porque decían que desde allí se podían divisar delfines de agua dulce. Una vez allí, un tipo que alquilaba piraguas para hacer salidas y ver delfines, me confesó que esa época del año no era fácil ver delfines pues se encuentran mas abajo del río entrando en Camboya. Aún así mereció la pena ir hasta allí pues en esta zona había varias playas de arena de río que se forman por ser zonas en donde la corriente arrastra los sedimentos hasta allí.
Una cosa que me llamó mucho la atención es que en esta isla se da una interacción muy curiosa entre la gente local y los turistas. Era curioso recorrer la isla, pues tan pronto te encuentras solo andando por un sendero a orillas de un arrozal, viendo cómo la gente está trabajando, como de repente te encuentras con varios turistas que están recorriendo la isla. O en otros casos sales de comer o vas por la zona donde hay algún ciber o pequeña tienda y pasan con los carros recogiendo la cosecha o cargados de madera para hacer fuego. Es como que la vida no se ha alterado por haber turistas, ni han querido explotarla para ello. Hay unos cuantos establecimientos y zonas de servicios para el turismo, pero mantiene la esencia todavía. Creo que eso es realmente lo que hace agradable esta isla junto con la tranquilidad nocturna acompañada por la oscuridad total que hacen como mas familiar la estancia allá.
Recuerdo que en esta isla me aficioné a la comida hindú. Yo no la había probado nunca y Unai me aconsejó ir a cenar a un hindú al que fueron alguna vez el Portugués y él y del que siempre salían diciendo cuán buena había estado la comida. Aquella cena no me dejó indiferente, es más, ahora soy un gran aficionado a la comida hindú.
Otra cosa que nos encantaba de la isla era despertarnos pronto por la mañana para ver el amanecer desde nuestras hamacas y desayunar en nuestra terraza con los primeros rayos del sol. Luego por la tarde nos íbamos a la otra parte de la isla (a la que en tan solo unos minutos estábamos con nuestras bicis) para ver el atardecer mientras nos tomábamos un excelente batido de frutas. Esto la verdad es que nos flipaba, poder ver el amanecer y el atardecer sin tener que menearte apenas, con tan solo colocarte en un lado u otro de la estrecha isla.
La verdad es que guardamos un grato recuerdo de esta isla, no solo nos volvimos a juntar en ella, sino que todo en ella tenía una energía y una onda tan buena que nos dio mucha pena marcharnos de ella. No hace falta mas que decir que en total Unai se tiró 7 días prácticamente en su hamaca leyendo libros y disfrutando del amanecer y susurrar del río y unas excelentes comidas. Ni visitó las cascadas ni se recorrió la isla, pero salió enamorado de ella por la energía que le daba aquel entorno.



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