Otra vez volvíamos a andar juntos mano a mano, Unai y yo, lo que suponía una reducción del ritmo de pedaleo. Mirando al mapa ya vimos que por fin, no íbamos a tener prácticamente ninguna cuesta. Volvíamos a ciclar por la carretera que seguía fiel al curso del Mekong. La verdad es que se hizo bastante dura la primera etapa a pesar de no haber cuestas. Lo que ocurría es que el paisaje ya no era tan montañoso, ni espectacular como por las zonas por las que anduvimos ciclando anteriormente. Ahora lo que teníamos delante de nuestras ruedas eran rectas llanas o a veces con falsos llanos y con plantaciones de arroz como principales acompañantes. De vez en cuando alguna serpiente de considerable tamaño rompía la monotonía junto con algún búfalo de agua con garcetas a sus espaldas, que por lo menos amenizaban un poco más la etapa.
Unai seguía arrastrando esas molestias en las piernas con lo que paramos en el primer pueblo que tenía guest house.
Por estas zonas como ya digo, sólo puedes conseguir alimentos un poco más energéticos en las zonas turísticas, como pasta o algo de carne. De modo que Unai se tenía que conformar con los platos de arroz acompañados por algo de verdura y una sopa de noodels para recuperar algo de fuerzas.
Al día siguiente de nuevo tuvimos que parar al de poco de empezar, pues Unai se encontraba incluso peor de las piernas. De echo un pequeño carro tirado de un burro nos remolcó hasta el pueblo porque las piernas ya no le daban más. Al llegar a la guest house sobre las 12 del mediodía, se echó en la cama quejado ya no sólo de las piernas sino de un malestar general. Hasta las 5 de la tarde no se despertó, lo cual le debió sentar genial porque nos fuimos al pueblo a dar una vuelta. Me dijo que al día siguiente se pillaría un autobús que le llevara hasta Paxe, un lugar turístico, donde descansaría para recuperar fuerzas antes de proseguir el viaje.
En una de las tiendas del pueblo, que eran súper cutres (pequeñas casetitas donde tenían de todo para la gente del pueblo), vimos unas camisas de estas típicas Hawaianas de flores y colores llamativos. Unai se probó una para hacer el tonto. Le quedaba guiri total, pero estaba gracioso. Total que decidimos cogernos una cada uno a modo de despedida y para recordar ese momento y al otro cada vez que nos la pusiéramos.
Como dos críos con zapatos nuevos esa noche cenamos con nuestras nuevas y cantosas camisetas, bajo la atenta mirada de toda persona que nos veía, en un cutre establecimiento para despedirnos ya que a partir de aquí cada uno iría por su cuenta, pues avanzar más de 800Km en autobús suponía demasiados días de adelanto respecto a mi.
A la mañana siguiente con una pena terrible me despedí de Unai, no sin antes sacarnos una foto de despedida con nuestras maravillosas camisetas. Ese primer día de pedaleo a solas de nuevo, me resultó muy dura. No por el aspecto físico sino por la compañía tan agradable que era Unai. Aunque no tengamos mucho contacto, pues todavía sigue de viaje, después de casi 2 años, le tengo un gran aprecio. Es un tipo muy peculiar con un gran corazón al que se le coge mucho cariño.
Esa tarde al llegar a la gues house me sentí muy raro, ya no tenía nadie con quien compartir la habitación, comentar el día, planificar la jornada siguiente,… La verdad es que me di cuenta que había estado muy mal acostumbrado desde que me inicié con la bici, pues en casi todo momento había estado con muy buena compañía, cosa que agradezco un montón a día de hoy. Esa noche se me hizo muy larga, y además no me encontraba en un sitio turístico, al contrario allí no había nadie que supiera inglés. Lo bueno que tenía acostarse pronto es que partía hacia mi siguiente destino bien prontito por la mañana. Recuerdo incluso que al día siguiente a las 7 de la tarde ya me metí a la cama, con lo que sobre las 5 de la mañana ya tenía los ojos como platos.
Además al no tener compañía, la verdad es que pocas veces paraba y cuando lo hacía eran paradas muy breves porque me aburría mucho. Incluso como llegaba muy pronto al sitio planeado preguntaba en que pueblo estaba la siguiente guest house, con lo que muchas veces avanzaba mas para no aburrirme, pues en estos pequeños poblados no había cosas interesantes que hacer.
Al tercer día de pedalear en solitario, recuerdo que un fuerte viento empezó a soplar en contra. Aquel día lo recuerdo como uno de los peores. En soledad, aburridísimo, con unas largas rectas de asfalto que cansaban solo de ver la monotonía que me esperaba y encima con un viento horroroso que soplaba en contra. Pero de repente me acordé que mi amigo Ikeitz me regaló un mp3 con musicota! Bueno aquello fue un revulsivo increíble para mis piernas. Fue ponerme los auriculares y las piernas me iban solas, la compañía de la música fue un gran aliado para mi mente sobre todo.
Después de varios días desayunando, comiendo y cenando arroz y si había suerte con huevo, cuando llegué a Takek, un sitio turístico, agradecí en el alma comer pizza y banana shake y sobre todo algo de comunicación con otros turistas, aunque fuera en inglés. Cuando al día siguiente zarpé con mi “avispa”, me dí cuenta que no me apetecía mucho seguir comiendo otra vez todo el rato arroz, así que como me encontraba con bastantes fuerzas y con la compañía de mi mp3 le imprimí ritmo y al final en 2 día me hice 300Km para llegar al siguiente pueblo turístico donde me inflaría de nuevo a comer.
Me quedaban pocas etapas para llegar a Paxé, otro sitio turístico, donde en sus alrededores se encuentra el Bolaban Plató. Esta zona es poco conocida entre los turistas, pero la gente local la tiene mucho aprecio. Se trata de una zona elevada en la proximidades del río, pues esta zona del Mekong se caracteriza por su planicie. Con lo que en el Bolaban Plató la temperatura es mas fresquita por la altura y lo atractivo de esta zona son las numerosas y bonitas cascadas que hay y la frondosidad de su selva. Además las mejores plantaciones de café y fresas de todo Laos se encuentran aquí.
Total que a pesar de que me tocaba descansar, pues cada semana de pedaleo siempre viene bien descansar un par de días, sobre todo cuando vas a hacer un total de varios miles de kilómetros y cuando la comida no es todo lo energética que se deseara, seguí para llegar cuanto antes a Paxé.
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